martes, 26 de febrero de 2013

Pesca de lubinas con angula




                 Pesca de lubinas con angula


Fría noche en el muelle exterior de Luarca

Los pescadores han ido perfeccionando desde el inicio de los tiempos sus sistemas de pesca, sobre la base de la atenta observación de las costumbres de los peces. Estos hábitos se han ido modificando sustancialmente en los últimos tiempos, debido en gran manera a los cambios evidenciados en el hábitat por la acción causal del ser humano.
No cabe la menor duda que los peces han podido adaptarse a los nuevos cursos y relieves forzados en la geografía costera.
Las lubinas que desde la prehistoria abordaban los cursos finales de nuestros ríos y rías en la procura de alimento, año tras año siguen fieles a ese comportamiento.
No obstante, la degradación ambiental y la saturación de artes de pesca, junto a la contaminación, son factores que llevan a suponer la disminución exponencial en el tamaño de las poblaciones.




Desembocadura del rio  Esva,
 una ribera por donde penetra la angula año tras año

Esos cursos de los que hablaba, son el destino todas las temporadas de la entrada de las denominadas angulas, alevines de la anguila (“Anguilla anguilla”) que llegan desde el mar de los Sargazos después de unos tres años de viaje.
Durante este apocalíptico tránsito pasan por un estado larvario inicial (larva leptocéfala) hasta tomar la forma típica de la codiciada angula. Suele entrar en los ríos durante el periodo invernal en grupos, aprovechando sobre todo las noches de luna nueva y con mayor probabilidad si el mar está movido.
Se entierran en los primeros tramos del curso fluvial y en las primeras semanas, debido a la nueva alimentación, cambian la capa traslúcida, por una piel verde - parduzca.


Angulas para una velada.
Con unas docenas sera suficiente.

Dada la escasez actual, debida a la sobre - explotación con vistas a la atención del consumo alimentario (ya que es considerada como un lujo gastronómico), así como la exportación a países de extremo oriente, que optan por criarla hasta adulta ( fase demandada por la tradición culinaria),
las administraciones empiezan a prohibir su captura sin el debido permiso profesional.
Por ello, los aficionados que antes nos proveíamos de unas decenas de ejemplares, ahora debemos adquirirlas en especialistas. ¡Qué le vamos a hacer, son cosas de los tiempos!.
A pesar de ello puedo recordar someramente la técnica de captura: con un cedazo de 60-80 cm de diámetro, a la entrada del río de Luarca hacia la desembocadura, dejándolo caer sujeto a
una cuerda desde la que se va haciendo fuerza con dirección a la bocana en las frías noches.
También se puede emplear ese cedazo mediante un largo palo de cañaveral con el que se debe empujar en contra de la corriente.

El proceso es bien simple: las angulas quedan atrapadas dentro de la malla. Con la debida constancia y cuidados apropiados pueden sobrevivir semanas, incluso meses. Siempre se revisará para extraer las muertas.
Hace años era suficiente con remover las arenas y las
piedras situando un colador grande debajo, cogiendo de esta forma los suficientes ejemplares para una partida.
De lo que no me cabe la menor duda es que nos
encontramos ante un cebo excepcional e imprescindible en invierno.
Las lubinas y los abadejos se acercan a la costa en la persecución de angulas, cuando han abandonado playas y otras localizaciones por la escasez invernal de alimento.
Pescando angulas en la desembocadura

En los pequeños riachuelos también tiene lugar
el ascenso de la angula, con un pequeño cedazo
las podemos capturar



Se acerca un fin de semana especial: luna nueva de enero, periodo que he constatado temporada tras temporada como el mejor momento para acercarse a una buena puesta. He hablado con un amigo y tras conseguir el suficiente cebo nos  acercarnos al puerto de Luarca.



Estas localizaciones son adecuadas y normalmente suelo frecuentar varias localidades para probar suerte. Las rías que presentan bocanas de entrada definidas y con instalaciones enclavadas en el margen, responden a los requisitos que siempre imaginamos. También en las desembocaduras de ríos
denominados anguleros, tendremos la oportunidad de tentar robalizas, normalmente de moderado porte.
Hay que prepararse bien, en especial el abrigo, ya que deberemos afrontar las temperaturas bajas de la estación, generadoras de heladas que en esas zonas de ríos y rías suelen manifestarse con intensidad. La noche ha caído hace
tiempo y la marea comienza a dejarse notar al cubrir los primeros montantes arenosos que a modo de barrera han ido sido creados durante decenios. A veces empleo cañas largas y en otras ocasiones más cortas, pero en estos lugares, como muelles y puertos, corrientemente vamos a lanzar desde un
lugar vertical y no es previsible la presencia de bajío alguno.

Puede entonces ser suficiente una caña de unos 4 a 7 metros con una potencia 10-30 gramos e incluso más, siendo adecuada la más ligera en cuanto al peso se refiere. Estos bajos de línea conviene que sean largos. En cuanto a la calidad, recomiendo adquirir los mejores. En la actualidad dispongo de monofilamento en fluorocarbono con diámetros que van desde el 0,16,mm al 0,24 mm de sección. Si prevemos la presencia de grandes lubinas no bajaremos del 0,20 mm.

Cuadro resumen de sedales para los montajes
Existen otras posibilidades ,cabe improvisar e idear soluciones en cada caso


Precisaremos un flotador bien visible. Siempre me decanto por los buldos típicos, preferiblemente los cojeremos en un color que resalte en la oscuridad (blanco, naranja fluor, verde fluor...). Otra opción es pintarlos nosotros.
Varios tipos de buldos que nos pueden servir
 El sedal madre y el de la brazolada siempre los anudaremos a un mosquetón ligero (mejor de tipo “rolling” del nº 18 o parecido). El prendido del mosquetón irá engarzado en los agujeros que presentan los buldos comunes.





Realmente importante se muestra la elección del anzuelo. Temporada tras temporada, surgen nuevos modelos, elaborados a partir de los materiales más innovadores. Hoy alterno los anzuelos curvos finos de carbono y afilado moderno en numeraciones del 6 al 10. Son muy ligeros con lo que dañan menos la estructura del cebo. Con un peso contenido, se oponen en bajo grado al movimiento necesario de la angula.
Son anzuelos de tímidas proporciones, necesarios sin duda a las características de este arte. Basta recordar que para el sargo – a modo de ejemplo comparativo- solemos seleccionar modelos en torno a los números 1 al 4. Si disponemos de angulas pequeñas o pretendemos engañar una trucha quizá convenga un número 8 o incluso 10 (recordemos que las numeraciones varían según las imprevisibles reglas de estandarización de las empresas, pero podemos hacernos una idea).
En todo caso, cuanto más alta es la numeración, menor es
el tamaño del anzuelo.
La angula debe engarzarse por la cola y en este proceso encontraremos el primer truco. Muchos pescadores con los que hablo me comentan acerca de
las dificultades de prender el cebo en un anzuelo fino del
número 8 o del número 10. Es bien fácil y con un poco de práctica se puede hacer sin iluminación alguna. En un envase con agua salada tenemos
las angulas y en otro dispondremos de arena fina seca. Cuando necesitemos cambiar el cebo, cogeremos una angula ayudados por una pequeña red de acuario y la rebozaremos en la arena. Se coge posteriormente entre los dedos índice y pulgar de la mano izquierda (derecha para zurdos). Se lleva haciéndola resbalar hasta que sólo sobresalga el tercio posterior. El anzuelo se clava sujeto por los dedos índice y pulgar de la mano derecha y se aplica fuertemente a un centímetro más o menos del final de la cola, procurando hacer el menor daño posible a la columna del animal.



Veremos que una vez suelto el aparejo, comienza un movimiento ondulatorio que es el regalo preparado para nuestras presas que, golosas, no pueden resistirlo. Otro detalle a tener en cuenta consiste en nunca dejar de mirar el cebo y, ante cualquier anomalía, renovarlo inmediatamente: el secreto del éxito en esta modalidad hay que buscarlo en la presentación de la angula.
En aquellas noches castigadas por una fuerte helada, trataremos de mantener siempre la angula en el agua, ya que el contacto con el gélido aire la perjudica gravemente. En el caso que detectemos actividad en la superficie, cosa evidente si percibimos ondulaciones e incluso saltos de los peces fuera del agua, optaremos por un aparejo superficial.



Si por el contrario sospechamos que los peces se ceban en el
fondo, será el momento de estudiar la viabilidad de un
montaje profundo con uno, dos o tres anzuelos.



Nos inclinaremos por aparejos de fondo si vamos a pescar en algunas desembocaduras, que al no encontrarse siempre iluminadas suponen la merma en la efectividad del blanco buldó. Además estos tramos suelen verse sometidos a corrientes que sólo se neutralizan parcialmente en el momento de pleamar. No obstante mantendremos nuestra disposición a improvisar, por ejemplo con la ayuda de un luminoso que bien puede ir encajado en una veleta de madera de balsa.
Los abadejos son piezas frecuentes en invierno
 Normalmente su peso se encuentra entre los 400 gramos al kilogramo.
 Ejemplares mayores son esporádicos hoy en día.

Como vemos, se trata de una técnica simple pero muy
bonita.
Noches veladas esperando una variación en el devenir
de la boya, visible gracias al reflejo que el color blanco
produce tras el impacto de los rayos de luz artificial
(mejores aquellos puertos con luces tenues) que
siempre tendremos a nuestra espalda.
Y la recompensa en forma de abadejos, lubinas y
Otro reo callo delante de la lonja
truchas que frecuentan aquellos “entrañables” puertos alojados en las inmediaciones de cursos fluviales.


Una lubina que sobrepasa el kilo y medio


Otra lubina. Es raro pescar roballizas que superen
los dos kilos. Esta lubina ya pasa de los 40 cm.

Anguilón
Los anguilones, fase avanzada que se caracteriza por el cambio de coloración, puede incorporarse como cebo en los mismos términos. De tonalidad verdosa a parda oscura demuestra una vitalidad casi ilimitada.

¡Probar, y volver a probar en un perenne intento! es el simple secreto, simple pero al tiempo fruto de la experiencia y de las miles de horas pasadas a la orilla del mar. Actitud que me permito recomendarles en la seguridad de que va a otorgarles momentos de narración inolvidable.

Y no queda aquí la cosa. Esas lubinas que se adentran en los recintos previos a los atraques de los barcos de pesca durante las noches heladas en pos de las arribadas periódicas de angulas se dejarán tentar por un artificial
bien movido. Y realmente da resultado acudir a diversos modelos de
anguilón compuesto de vinilo.
Lanzaremos la imitación mediante un plomo ahusado. Un bajo de unos 80 centímetros acompañará al pececillo. Este modo no puede alcanzar la efectividad que demuestra la angula viva pero en la confusión de un frenesí
alimentario las robalizas atacan sin miramientos nuestro engaño.

Los anguilones como este de 8 cm son adecuados en la noche





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