martes, 12 de marzo de 2013

Moluscos como cebo




                   Moluscos como cebo






Son animales de cuerpo blando, a veces protegidos por una concha externa de naturaleza calcárea y en otras ocasiones tienen una espícula o pluma que les da consistencia a modo de esqueleto (caso de los cefalópodos). Son unos de los cebos mas versátiles que nos podamos encontrar.
A continuación encontraras los mas usados en nuestras costas ( los cefalopodos los incluiremos en otro articulo).




Almejas


Las almejas, como otros moluscos bivalvos viven enterrados en la arena, y tienen forma redondeada y concha dura. Se pueden ofrecer sin concha o con un trozo o una parte de ella e incluso entera –si pretendemos pescar doradas u otros grandes espáridos de molares poderosos-.
Podemos hacernos con este cebo rastrillando la arena durante la bajamar en la misma playa, o bien comprarlo en el mercado o la pescadería. Pero las almejas, quizá sea mejor comérnoslas que ponerlas de cebo pero, en fin, allá cada cual.
Estos moluscos resultan especialmente atractivos presentados a fondo y valiéndose de técnicas tales como el surf casting. Lo mejor es presentarlos frescos, pero se prestan a distintos tipos de conservación sin perder demasiado. Así pues, podemos congelarlos o comprarlos directamente en
conserva, siempre que ésta sea “al natural”, es decir, únicamente con agua y sal.

Berberecho



El berberecho es un molusco bivalvo con una concha durísima que, aparte de su valor gastronómico, suele ser empleado como cebo.
La verdad es que, es raro que los aficionados encarnen sus anzuelos con berberechos frescos, pero cada día hay más gente que utiliza las conservas de estos moluscos “al natural”, es decir aquellas tratadas únicamente con agua y sal.
Esto es así porque los berberechos son apetecidos por un grandísimos número de especies piscícolas, tanto marinas como de agua dulce. Grandes ciprínidos,
espáridos, lábridos o peces planos, son algunas de las familias que se darán un festín con estos moluscos.
Además, una vez en conserva, ganará en consistencia y será más fácil de anzuelar, lo que sumado a su sencillez de manejo y a su enorme disponibilidad, lo convierten en un cebo ideal para tener en la despensa “por si acaso”.
El berberecho habita fondos arenosos y fangosos, con abundante materia orgánica, y le encantan los lechos de las rías, donde se acumulan gran cantidad de nutrientes.
Soporta altas dosis de contaminación, sobre todo por metales pesados, por lo que no son siempre aptos para el consumo humano. Por ejemplo, en una de las rías más contaminadas, la del Nervión, habitan zonas imposibles de colonizar para otros moluscos.
Asimismo, se adaptan a zonas de baja salinidad en aguas salobres y vive enterrado a escasa profundidad, generalmente a unos pocos centímetros.

Coquina



La coquina, también conocida por cochafina y xarleta, entre otros nombres, es uno de los moluscos bivalvos más bellos. Vive enterrada a escasa profundidad en las zonas intermareales. Prefiere los grandes arenales y se desplaza con bastante frecuencia ayudada con un pié fuerte y carnoso. Incluso, algunas noches, podremos observar el rastro de sus desplazamientos grabado en la arena mojada.
Este molusco es un manjar, sobre todo crudo. Pero también es eficaz como carnada. Además, posee la ventaja de ser relativamente abundante en muchas playas y, puesto que se entierra a poca profundidad, podemos recolectarlo fácilmente en los sitios que habita.
Es ideal para cebar aparejos de fondo y surf casting, especialmente si pescamos en lechos de arena. El mayor inconveniente que presenta es que su tamaño es reducido, por lo que resulta más adecuada para encarnarla en anzuelos de pequeño o mediano tamaño, destinados a herreras, peces planos, etc.
Una forma divertida y efectiva de recolectarlas es caminando a gatas por la orilla durante la bajamar, mientras introducimos en la arena los dedos. Y cuando digo dedos, no me refiero sólo a los de las manos: de hecho, encontraremos incluso más con los de los pies. El tacto de su concha es tan suave y especial, que, una vez hayamos palpado una, reconoceremos sin lugar a dudas si lo que acarician la punta de nuestros dedos es una bella coquina. No cabe equivocación posible.

Mejillón común


Difiere de otros bivalvos sobre todo porque no vive enterrado, sino asido a la roca por un filamento que segrega -una especie de cerdas de aspecto estropajoso- muy duro, y se apiña en los roquedos y bajíos, donde se juntan miles o millones de individuos en apretada convivencia.
Dado su carácter gregario, y que se encuentra ampliamente extendido por toda la costa y a la vista, es de muy sencilla recolección. Si no, también puede encontrarse en cualquier pescadería a un precio muy módico.
Es una carnada olorosa y apta para casi todos los peces del litoral, pero tiene un fallo que hace que a menudo el pescador lo rechace para cebar sus anzuelos. Nos estamos refiriendo a su escasa consistencia.
Sin embargo, se pueden utilizar algunos trucos para afirmarlo en el anzuelo. El más sencillo es, sin duda, el del hilo de goma, que consiste en dar unas vueltas y un simple nudo con este fino hilo flexible alrededor de la carnada -una vez puesta en el anzuelo-, con lo que ésta quedará consolidada y no se desprenderá cada vez que lancemos o un pequeño pez tire de ella.
Por tanto, sólo debemos servirnos de un carrete de hilo vulgar, para dar unas pocas vueltas sobre la carnada, aunque también hay quien se vale de hilo de goma, que proporciona inmejorables resultados. Esto mismo es aplicable a otros moluscos bivalvos, como chirlas, coquinas, almejas, etc.
En caso de que pretendamos capturar doradas y sepamos de su existencia en un lugar determinado (como una estratégica barra de arena, la entrada de un estuario etc.), debemos ofrecer a estos animales el mejillón entero, a sabiendas de que pocos peces que no sean estos espáridos podrán inmiscuirse en nuestro aparejo.
Para realizar esta pesca tan selectiva debemos encarnar el mejillón entero introduciendo el anzuelo por el sifón.
Una buena técnica para encarnar el mejillón entero consiste en forzarlo un poco con una navaja, deslizar el anzuelo dentro y dejar que se cierre de nuevo. Así conseguiremos una sujeción inmejorable. Para macizar la zona, arrojaremos unos cuantos puñados de mejillones, también vivos y enteros, alrededor de donde hemos lanzado el aparejo.

Navaja


Es quizás el mejor molusco para cebo, habida cuenta de su aroma, su consistencia y su cantidad de “carne”. Son bivalvos lamelibranquios, pero de concha frágil, que viven enterrados en la arena –sobre todo a la salida de la ría y muchas veces junto a zonas de berberechos- aunque su territorio raramente queda en seco y si es así, por poco tiempo.
Con las mareas vivas, durante la bajamar, observamos unos característicos agujeros abiertos en la arena, donde se esconden.
Para atraparlas se utilizan muchos métodos –entre los cuales se incluye el mercado, previo pago-, aunque quizás los más divertidos y tradicionales sean el de la varilla de paraguas y el de la sal.
El de la varilla de paraguas consiste en hacernos con una de ellas o con una larga aguja de hacer punto, (mejor aún si le practicamos una muesca en forma de agalla) e introducirla de un golpe en los agujeros, que son túneles rectilíneos donde el molusco permanece quieto y expectante -esto último es suposición mía-. Si notamos que hemos pinchado carne, procederemos a sacarla con cuidado, haciendo fuerza lateral con la varilla para que el molusco herido no pueda “recular” y sumergirse en las profundidades de su túnel.
Este método para capturar navajas es entretenido y provechoso cuando se sabe ejecutar correctamente (he conocido auténticos especialistas) aunque, de no ser así, se corre el riesgo de cobrar pocas y herir o matar muchas de ellas inútilmente.
Por eso aconsejamos encarecidamente el método de la sal, que, además, nos parece mucho más divertido y no causa ningún daño a los moluscos que se nos escapen.
Una vez más, con la bajamar durante las mareas vivas, localizamos el territorio sembrado de agujeros donde están las navajas. Nos acercamos suavemente con una bolsa de 1 kg. de sal, y echamos un poquito en la boca de cada agujero, procurando que caiga dentro.
Entonces, pasados unos segundos o casi inmediatamente, las navajas se asoman durante un breve espacio de tiempo, como preguntándose qué es lo que ocurre, y nosotros, en un alarde de reflejos, las atrapamos y las sujetamos fuertemente para que no se introduzcan de nuevo en el túnel.
Después tiramos de ellas con cuidado –para que no se rompan ni se desgarren- y nos las comemos con sal y limón, pasándolas unos segundos por la sartén que hemos puesto a calentar sobre unas brasas en la arena de la playa.

 lapa



La lapa es un cebo habitual, casi un clásico de los cebos para pescar en la costa. Pero eso no significa que sea el mejor cebo, ni siquiera que sea bueno para un amplio grupo de peces.
De hecho, la lapa es más que nada una carnada de urgencia, un animal que está siempre disponible en cualquier punto de nuestras costas, incapaz de escapar y, generalmente, a nuestro alcance.
Y, si es cierto que algunos peces picarán a este cebo, también lo es que muchos lo despreciarán, o sólo lo atacarán cuando no tengan posibilidad de conseguir otro sustento.
La lapa nos recuerda a un caracol, con sus minúsculos cuernecillos y su concha
durísima que preserva sus órganos internos. Se pega a las rocas mediante un pie carnoso convertido en ventosa, precisamente la parte con la que encarnaremos. Es quizás, su dureza la que más desanima a sus posibles presas.
No obstante, para algunos espáridos de cierta talla y, especialmente en invierno, cuando escasea el alimento, la lapa pueda ser una alternativa razonable.
Funciona mejor a fondo, en aparejos robustos destinados, por ejemplo, a grandes sargos. De hecho, en las entrañas de estos peces suelen abundar los restos de lapas jóvenes, lo que también nos proporciona pistas sobre la potencia de sus mandíbulas y su acerada dentición.
En nuestras costas existen varios tipos de lapas, aunque, a efectos de su utilización como cebo, no cabe hacer muchos distingos.
Todas ellas son de régimen litoral y se alimentan de las algas que
revisten las rocas.
Las lapas son moluscos comestibles que se desplazan muy lentamente, sobre todo de noche. Su consumo es mínimo, restringido únicamente a algunas personas, generalmente habitantes de pueblos pesqueros. Se pueden condimentar con limón, en crudo, pero también admiten distintos guisos, hoy en día casi olvidados.


Bígaro común

Este molusco gasterópodo, al que muchos conocemos como “caracolillo” es el más conocido de los caracoles marinos, aperitivo habitual en bastantes regiones españolas.
Es mucho más empleado como alimento humano que como cebo, pero esto no quita para que podamos encarnarlo en el anzuelo, sobre todo cuando perseguimos pequeños peces de roca en las escolleras.
No obstante, no es un cebo “de primera categoría”, comparable con las gusanas o lombrices de mar, ni con los ermitaños o las quisquillas; eso sí, debido a su profusión en todas nuestras costas pedregosas, puede sacarnos de un apuro cuando, por falta de cebo nos vemos impelidos a terminar nuestra jornada de pesca.
Habita las zonas tildales, a veces incluso en el límite superior del radio de acción de la marea, pero siempre en su área de influencia. Lo más habitual, sin embargo, es encontrarlo adherido a las rocas que quedan durante bastantes horas sumergidas. Suele encontrarse en resquicios de las peñas, en grietas y otras anfractuosidades que le sirven para protegerse del oleaje y las corrientes.
Su concha es dura, de color negruzco, y, si queremos emplearlo como cebo,
debemos romperla con cuidado para no desmenuzar su frágil y carnoso cuerpo.
Para recolectar bígaros, basta con darse un paseo por las zonas intermareales y escudriñar las grietas de las grandes piedras o dar vuelta a las más pequeñas, en las que acostumbra a estar en su cara no visible.
Recoger caracolillos es entretenido y podemos pasar un buen rato con la excusa de hacernos con un puñado. Es una actividad ideal para llevarla a cabo en familia, pues a los niños les encanta, y con esta distracción observarán todos esos animalillos, como quisquillas, cangrejillos, blénidos y otros muchos que comparten el fascinante nicho tildal.


Caracola



Esta caracola es una de las más comunes y resulta un habitante frecuente de todas nuestras costas. Gusta de los lugares con abundante comida y de profundidad moderada.
Es carnívora, predadora y carroñera, y llega a medir unos 10 cm. de altura. En ocasiones la encontraremos vacía, o bien ocupada por un cangrejo ermitaño. No hace falta recordar que, siempre que haya un cangrejo, éste será un invasor, pues el crustáceo no puede fabricar la concha que le protege.
En efecto, la concha es creada siempre por el molusco que conocemos como “caracola”, cuyo cuerpo carnoso puede ser utilizado también para encarnar nuestros anzuelos.
En España no es corriente emplearlo como cebo ni comerlo. No así en otros países, utilizado comúnmente para ambos fines. Recuerdo que, en la costa del sur de Méjico la caracola era un apreciado manjar, que competía en precio con la langosta.
La cocinaban en rodajas, sobre una plancha, y le ponían una salsita picante. Estaba deliciosa, pero no es así como debemos ofrecérsela a los peces, que la prefieren cruda y sin picante ¡ellos se lo pierden!
Debido a que puede alcanzar un tamaño considerable, en ocasiones será más prudente trocearla, en porciones proporcionales al tamaño de nuestros anzuelos. Sacarla de la concha no suele ser tarea fácil, y hay quien se ayuda de un martillo pilón.
Lo que sí debemos tener presente es que es un molusco que vive únicamente en el agua, por lo que si la mantenemos en seco mucho tiempo, morirá y se pudrirá rápidamente. El olor es nauseabundo y su mujer/marido, hijos/as, propondrán echarle de casa.
Para hacer acopio de estos moluscos, lo mejor es buscarlos en los puertos y dársenas, en cuyos fondos ricos en deshechos orgánicos proliferan.
También pueden acercarse al puerto cuando los arrastreros estén limpiando las artes y hacerse con unas cuantas.



Caracol de la huerta o vulgar



 Aunque no es un cebo tradicional de mar, puede constituir un eficaz sustituto para capturar algunas especies de las más usuales en la pesca deportiva.
Recordemos que el caracol vulgar –como todos los caracoles- es un molusco gasterópodo, con un cuerpo carnoso susceptible de ser puesto en el anzuelo.
En cierta ocasión, me hallaba pescando lábridos (julias, serranos, durdos o maragotas etc.) con caña desde un acantilado. La pesca se estaba dando bien –quizás demasiado bien- y la cantidad de picadas y peces que había puesto en tierra, habían terminado con mi provisión de gusanas. Estaba pensando ya con tristeza que pronto debería irme a casa ante la ausencia de cebo, cuando un hombre que paseaba por allí se acercó con curiosidad a ver la pesca y le comenté el problema.
Entonces me dijo que lo mejor que podía hacer era capturar algunos caracoles de los que abundaban por el lugar, sacar la carne, hacerlos tiras con la navaja y seguir pescando con ellos.
Efectivamente, pude continuar pescando toda la jornada y llenar la cesta.
En posteriores ocasiones, he comprobado que el caracol vulgar de tierra no sólo es apto para lábridos, sino también para muchos otros peces, como la herrera, perla o mabra, por ejemplo, que pica también con decisión a este molusco terrestre.
Así que ya lo saben: no sólo es efectivo para los grandes ciprínidos, como ya saben los aficionados de agua dulce, sino que puede depararnos muy gratas sorpresas en la pesca de mar....



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